¡Saludos a todos! Aquí estamos de vuelta para compartir nuestro
placer por la Literatura y la palabra escrita. Hoy volvemos a un
autor que ya conocimos antes de las vacaciones, Stefan Zweig, de la
mano del relato “Leporella”.
La protagonista de esta historia es Crescencia, una campesina de
Zillertal (valle situado en Tirol, Austria). Nacida como hija
ilegítima, Crescencia fue criada y educada a expensas de la
comunidad; tuvo que empezar a trabajar desde muy pequeña en el mesón
de la aldea, primero como camarera, más tarde como fregona y por
último como cocinera. Zweig la describe como una mujer amargada,
ávara, terca y con aspecto de caballo (vemos que el autor no se
ahorra ninguna lindeza con la pobre) cuyo único objetivo es ahorrar
el dinero suficiente para poder pasar su vejez sin tener que depender
de nadie más. Por este motivo, Crescencia acepta un puesto como
criada en la casa de un matrimonio aristócrata en la lejana Viena.
Sus nuevos jefes son el barón de F., un noble menor venido a menos,
y su esposa, proveniente de una rica familia burguesa; el matrimonio
acostumbra a tener grandes discusiones por temas de dinero (que el
señor barón gasta a manos llenas en distintos vicios) y raros son
los días de paz en su casa, motivo por el que se ven obligados a
buscar sustituto a todos los criados que los abandonas hartos de
tanta batalla campal. Sin embargo, el nuevo hogar de Crescencia
apenas altera su vida y se limita a cumplir su trabajo sin cruzar más
palabras de las necesarias con el resto de criados o con los señores.
Pero eso cambiará cuando un día por casualidad, el barón descubre
que en una de sus frecuentes cacerías por Tirol, tuvo el gusto de
probar un asado de ciervo preparado por la misma Crescencia en su
antiguo mesón. A partir de este detalle y de las alabanzas y la
familiaridad con la que ahora se dirige a ella el barón, Crescencia
empieza a desarrollar hacia su jefe un sentimiento de simpatía y
lealtad más propio de un perro que de un ser humano. Y junto a este
nuevo sentimiento surge uno contrario de antipatía hacía la
baronesa; tanto es así, que Crescencia comienza a cumplir con
asombrosa celeridad cualquier petición del barón y a ignorar u
olvidar las órdenes de la baronesa.
Dada la situación que tiene en casa, con discusiones diarias con su
marido y la actitud de Crescencia hacia ella, la baronesa sufre una
crisis de nervios y el médico le recomienda pasar una temporada de
relax en un balneario. En cuanto se siente libre de la presencia de
su esposa y con la total colaboración de Crescencia, el barón da
rienda suelta a sus pasiones de soltero y empieza a salir cada noche
hasta tarde y a traer a distintas amantes a casa. Precisamente será
una de estas amantes, una joven cantante de ópera, la que le dé a
Crescencia su nuevo nombre: Leporella (en alusión a Leporello, el
criado de don Giovanni en la ópera de mismo nombre de Mozart).
Crescencia (o Leporella) vive así feliz sirviendo a su amo, pero la
vuelta de la baronesa pondrá todo patas arriba. Sin embargo,
Crescencia está dispuesta a cualquier cosa con tal de volver a dejar
“libre” a su amo.
En este relato, Zweig vuelve a hacer gala de su maestría para
describir las situaciones más oscuras y feas con una ternura que en
ocasiones roza la arrogancia; la forma de hablar de Crescencia como
una campesina cerril y con pocos dedos de frente, asemejándola a un
perro fiel y bueno pero sin conocimiento es un buen ejemplo de ello.
Más información: