No sólo de Deltora y de literaturajuvenil vive el lector, y mucho menos yo, así que esta semana
hacemos un alto en nuestros camino para derrotar al Señor de la
Sombra y nos asomamos a la Sevilla del siglo XVII de la mano de Jesús
Sánchez Adalid. La razón: su genial novela Treinta doblones deoro.
La historia es narrada por el propio
protagonista, Cayetano, un joven andaluz que para ganarse la vida
entra a servicio de don Manuel de Paredes, un hidalgo afincado en
Sevilla. Su función no queda del todo clara, ya que su nuevo jefe no
parece tener negocio alguno y se limita a tener al joven Tano (como
todos lo llaman) copiando inútiles y viejos inventarios. La verdad
es que don Manuel está prácticamente arruinado y sus únicas
esperanzas de evitar la bancarrota residen en el Jesús Nazareno,
un buque mercante que se va a pique en la primera página.
Dada la situación
y las poca expectativas de cobrar, Tano decide abandonar su puesto de
trabajo y probar fortuna en otro lado, pero aparece algo que
doblegará su voluntad y le hará permanecer al servicio de su
arruinado amo: Fernanda, una hermosa joven que don Manuel y su esposa
tienen acogida en casa y de la que Tano cae rotundamente enamorado
nada más verla. Engatusado por la presencia de la muchacha, Tano
accederá a seguir en la casa mientras don Manuel busca una manera de
solucionar sus problemas económicos.
Dicha solución
vendrá en forma de una herencia en favor del hidalgo en las lejanas
islas Canarias. Sin nada que los retenga en Sevilla, toda la familia
inicia el viaje a las islas, un viaje lleno de peripecias que acabará
ligando sus historias con la de la célebre imagen del Cristo de
Medinaceli, ubicado en ese momento en la fortaleza de La Mamora, al
norte de África.
En esta novela,
Sánchez Adalid retrata perfectamente el ambiente decadente de la
Sevilla del siglo XVII, con un puerto vacío tras perder el monopolio
del comercio con las Indias en favor de Cádiz, así como las
actitudes la baja nobleza de la época (como la familia Paredes),
arruinados y repletos de deudas pero intentando mantener las
apariencias. El autor describe también los usos y costumbres
religiosos de la época, como por ejemplo las procesiones de Sevilla
o la veneración al Cristo de La Mamora (conocido posteriormente como
el Cristo de Medinaceli) y la vida diaria de los esclavos cristianos
capturados por los líderes musulmanes que habitaban en el Sáhara.
Jesús SánchezAdalid nació en 1962 en Don Benito aunque se crió en Villanueva de
la Serena, ambos provincia de Badajoz. Se licenció en Derecho por la
Universidad de Extremadura y obtuvo el doctorado en la Universidad
Complutense de Madrid; posteriormente, fue ordenado sacerdote y se
licenció en Derecho Canónico por la Universidad Pontificia de
Salamanca. Ha publicado numerosos novelas entre las que caben
destacar El alma de la ciudad (premio Fernando Lara en 2007) y
Alcazaba (premio Alfonso X el Sabio de Novela Histórica en 2012);
también ha sido condecorado con el premio Internacional de Novela
Histórica de Zaragoza (2013), premio Diálogo de Culturas (también
en 2013), la Medalla de Extremadura (2009) y el premio Extremeños de
Hoy.
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