Tras unos minutos, llega al lugar de su última desgracia. Posado en las ramas de un pino, clava los ojos en el lugar en el que fue derrotado. No ve a su adversario por ningún lado, parece haber abandonado el lugar en busca de otras presas. En buena parte, el halcón se alegra, aún no está totalmente preparado para enfrentarse a él. Resignado, vuelve a los cielos, siempre al Norte. Le encanta notar la caricia del viento en sus plumas y ver los primeros destellos del Sol reflejados en su pico, y piensa: "Pase lo que pase, mañana siempre amanecerá".
Fragmento de "Diarios ornitológicos"D.A.X.